Definición y rasgos generales de La Escolástica
La Escolástica es un método especulativo
filosófico-teólogico desarrollado, difundido y cultivado en las escuelas de la
Europa del Medievo desde el Imperio carolingio al Renacimiento. Las escuelas
filosóficas que albergaron este pensamiento se localizaron en catedrales y
conventos para, más adelante y en especial durante el siglo XIII, pasar a las
universidades.
En una definición más extensa, se conoce como Escolástica al
movimiento doctrinal que, sin emplear el movimiento racional-conceptual que se
enseñaba en las escuelas, se mueve en el mismo entorno y contexto. Buen ejemplo
de esto sería la mística así como buena parte de la filosofía musulmana y judía
que, a lo largo del período señalado, entró en contacto con la filosofía de la
Escolástica propiamente dicha. El movimiento escolástico se manifestaba a
través de dos vertientes: la enseñanza y las formas literarias. La base de la
enseñanza en las escuelas fueron las artes liberales, divididas en el trivium
-gramática, dialéctica y retórica- y el quadrivium -aritmética, geometría,
música y astrología-.
Los programas donde se enseñaban estas materias gozaban de
flexibilidad y, bajo el nombre de dialéctica se enseñaba lógica, práctica y, en
general, toda la materia filosófica y, en la retórica, se incluía también la
ética, de acuerdo con la tradición grecolatina respecto a la teoría porque,
respecto al contenido, hundía sus raíces en la Patrística. Las formas
literarias surgieron progresivamente al socaire de la aplicación de esta
enseñanza. De la lectio salieron los comentarios y, de los comentarios -al
Lombardo, a Boecio, al Pseudo Dionisio y, sobre todo a Aristóteles- nacieron
las sumas cuando los maestros, desembarazándose de esa fuerte dependencia con
los libros de texto -Libros de Sentencias- desarrollaron el corpus doctrinal de
una forma libre pero en un orden más sistemático. De la disputatio, técnica
consistente en enfrentar postulados y sus inconvenientes para llegar a una
solución final, constituyendo el molde de las sumas medievales, por su parte, nacerían
las quaestiones que a su vez se subdividen en Quaestiones disputatae y las
Quaestiones quodlibertades.
El espíritu y la mentalidad que sigue la Escolástica puede
dividirse en dos aspectos: auctoritas y ratio. Las autoridades eran sentencias
extraídas de la Biblia, de la Patrística y de los concilios. En filosofía
Aristóteles era el filósofo por excelencia y Averroes el commentator. La ratio,
finalmente, se encargaría de poner en análisis lo recibido por la tradición
procurando conciliar las contradicciones que de hecho surgían, especialmente
entre San Agustín y Aristóteles.
Desarrollo de la filosofía escolástica
La filosofía escolástica se divide en tres períodos:
formación, del siglo IX al XII; apogeo, durante todo el siglo XIII y,
finalmente, un período de transición a la filosofía moderna. El apogeo de la
Escolástica se debió en buena medida a la labor de la Escuela de Traductores de
Toledo que difundió las obras de Aristóteles a través de las traducciones al
árabe y al latín. Pese al recelo inicial con el que fueron acogidas,
terminarían por integrarse plenamente en el conjunto de dicho sistema
filosófico.
Las universidades y órdenes mendicantes tuvieron, también,
un papel destacado en esta labor difusora. Las universidades, por la
importancia otorgada a la filosofía y a la teología como cuerpo central de los
programas de estudio y, en el caso de los religiosos, por el afán de ahondar en
estas dos disciplinas en busca de alcanzar la plenitud del sentido al voto de
pobreza. No en vano los principales escolásticos serán dominicos o
franciscanos, como es el caso de San Buenaventura.
Los tres períodos en los que se divide la filosofía
escolástica tendrán como núcleo la discusión -disputatio- y de las sumas Dios y
la relación dialéctica entre razón y fe, concibiéndose la filosofía de manera
abrumadoramente mayoritaria como un método de profundización en la fe. Respecto
a estos grandes temas surgen tres posturas: los dialécticos, que creen que la
fe ha de ser demostrada y analizada por la razón. En esta corriente tendremos a
Juan Escoto y Berengario de Tours como autores más destacados.
Otra corriente la conformarán los antidialécticos. Sostenían
que la única fuente de sabiduría era la fe y que la postura dialéctica era un
mero reflejo de la sobrevaloración de la capacidad de la razón humana.
En tercer lugar, había una posición intermedia sería
sostenida, de modo precoz, en el siglo XI por Gerberto de Aurillac y sería la
línea continuada por Santo Tomás a lo largo del siglo XIII. Sostenían los
partidarios de la posición intermedia que razón y fe son facultades distintas
pero que ambas están llamadas a confluir en la Verdad. Como ambas facultades
son obra de Dios, si los planteamientos de la razón humana eran correctos, no
podían diferir de aquellos que procedían de la fe. De este modo, filosofía y
teología son disciplinas complementarias. La filosofía ayuda a la teología
demostrando que los misterios de la fe serían comprensibles y explicables por
la razón. La teología, por su parte, aportaría conceptos filosóficos nuevos
como el de la Creación o la dignidad del ser humano en el orden moral. De
acuerdo con esto, las verdades reveladas no serían irracionales sino
suprarracionales.
Crisis
La Escolástica entra en crisis a partir del siglo XIV cuando
se pone en duda el pilar central que daba sustento a todo el sistema y
unificaba de común acuerdo a las distintas tendencias existentes en su seno. La
síntesis realizada por Santo Tomás parecía perder fuerza y vigencia, pues si
nadie, hasta entonces salvo los averroístas, negaba la complementariedad de
razón y fe, comenzaba a sostenerse que la razón poseía límites y que estos eran
considerablemente más estrechos que los de lo que cabía pensar entonces.
Escoto señalará que la definición tomista a posteriori, esto
es, del efecto a la causa, no es realmente demostrativa y muchas verdades
pueden quedar fuera del alcance con semejantes planteamientos. El número de
proposiciones teológicas indemostrables, siendo esto así, iría desde los Diez
mandamientos hasta la misma existencia de Dios. La teología dejaría de ser una
ciencia al verse incapaz de resolver cuestiones fundamentales. Pasando a ser un
conjunto de saberes prácticos que, aunque no poseyeran carácter científico,
conducirían a la persona a la salvación de su alma.
Los caminos de la teología y la filosofía comienzan entonces
a separarse progresivamente, no tanto por un desprecio por lo teológico sino,
más bien al contrario, por un respeto reverencial a todo lo que tuviera que ver
con este ámbito. Se pretende segregar la teología de las demás disciplinas por
el valor supremo otorgado a la fe, pues esta disciplina podía quedar
contaminada por otro saber de raíces precristianas como era la filosofía.
Mientras los teólogos desechan el racionalismo por una completa inclinación hacia
lo revelado, los filósofos volcarán su atención en la ciencia y la naturaleza,
tendencia que se mantendrá y reforzará durante la siguiente centuria, hasta
desembocar en la revolución intelectual que dará lugar al Renacimiento y,
dentro del contexto de esta nueva etapa, a la Reforma de la Iglesia.
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