miércoles, 23 de octubre de 2013

Escolástica

Definición y rasgos generales de La Escolástica
La Escolástica es un método especulativo filosófico-teólogico desarrollado, difundido y cultivado en las escuelas de la Europa del Medievo desde el Imperio carolingio al Renacimiento. Las escuelas filosóficas que albergaron este pensamiento se localizaron en catedrales y conventos para, más adelante y en especial durante el siglo XIII, pasar a las universidades.
En una definición más extensa, se conoce como Escolástica al movimiento doctrinal que, sin emplear el movimiento racional-conceptual que se enseñaba en las escuelas, se mueve en el mismo entorno y contexto. Buen ejemplo de esto sería la mística así como buena parte de la filosofía musulmana y judía que, a lo largo del período señalado, entró en contacto con la filosofía de la Escolástica propiamente dicha. El movimiento escolástico se manifestaba a través de dos vertientes: la enseñanza y las formas literarias. La base de la enseñanza en las escuelas fueron las artes liberales, divididas en el trivium -gramática, dialéctica y retórica- y el quadrivium -aritmética, geometría, música y astrología-.
Los programas donde se enseñaban estas materias gozaban de flexibilidad y, bajo el nombre de dialéctica se enseñaba lógica, práctica y, en general, toda la materia filosófica y, en la retórica, se incluía también la ética, de acuerdo con la tradición grecolatina respecto a la teoría porque, respecto al contenido, hundía sus raíces en la Patrística. Las formas literarias surgieron progresivamente al socaire de la aplicación de esta enseñanza. De la lectio salieron los comentarios y, de los comentarios -al Lombardo, a Boecio, al Pseudo Dionisio y, sobre todo a Aristóteles- nacieron las sumas cuando los maestros, desembarazándose de esa fuerte dependencia con los libros de texto -Libros de Sentencias- desarrollaron el corpus doctrinal de una forma libre pero en un orden más sistemático. De la disputatio, técnica consistente en enfrentar postulados y sus inconvenientes para llegar a una solución final, constituyendo el molde de las sumas medievales, por su parte, nacerían las quaestiones que a su vez se subdividen en Quaestiones disputatae y las Quaestiones quodlibertades.
El espíritu y la mentalidad que sigue la Escolástica puede dividirse en dos aspectos: auctoritas y ratio. Las autoridades eran sentencias extraídas de la Biblia, de la Patrística y de los concilios. En filosofía Aristóteles era el filósofo por excelencia y Averroes el commentator. La ratio, finalmente, se encargaría de poner en análisis lo recibido por la tradición procurando conciliar las contradicciones que de hecho surgían, especialmente entre San Agustín y Aristóteles.
Desarrollo de la filosofía escolástica
La filosofía escolástica se divide en tres períodos: formación, del siglo IX al XII; apogeo, durante todo el siglo XIII y, finalmente, un período de transición a la filosofía moderna. El apogeo de la Escolástica se debió en buena medida a la labor de la Escuela de Traductores de Toledo que difundió las obras de Aristóteles a través de las traducciones al árabe y al latín. Pese al recelo inicial con el que fueron acogidas, terminarían por integrarse plenamente en el conjunto de dicho sistema filosófico.
Las universidades y órdenes mendicantes tuvieron, también, un papel destacado en esta labor difusora. Las universidades, por la importancia otorgada a la filosofía y a la teología como cuerpo central de los programas de estudio y, en el caso de los religiosos, por el afán de ahondar en estas dos disciplinas en busca de alcanzar la plenitud del sentido al voto de pobreza. No en vano los principales escolásticos serán dominicos o franciscanos, como es el caso de San Buenaventura.
Los tres períodos en los que se divide la filosofía escolástica tendrán como núcleo la discusión -disputatio- y de las sumas Dios y la relación dialéctica entre razón y fe, concibiéndose la filosofía de manera abrumadoramente mayoritaria como un método de profundización en la fe. Respecto a estos grandes temas surgen tres posturas: los dialécticos, que creen que la fe ha de ser demostrada y analizada por la razón. En esta corriente tendremos a Juan Escoto y Berengario de Tours como autores más destacados.
Otra corriente la conformarán los antidialécticos. Sostenían que la única fuente de sabiduría era la fe y que la postura dialéctica era un mero reflejo de la sobrevaloración de la capacidad de la razón humana.
En tercer lugar, había una posición intermedia sería sostenida, de modo precoz, en el siglo XI por Gerberto de Aurillac y sería la línea continuada por Santo Tomás a lo largo del siglo XIII. Sostenían los partidarios de la posición intermedia que razón y fe son facultades distintas pero que ambas están llamadas a confluir en la Verdad. Como ambas facultades son obra de Dios, si los planteamientos de la razón humana eran correctos, no podían diferir de aquellos que procedían de la fe. De este modo, filosofía y teología son disciplinas complementarias. La filosofía ayuda a la teología demostrando que los misterios de la fe serían comprensibles y explicables por la razón. La teología, por su parte, aportaría conceptos filosóficos nuevos como el de la Creación o la dignidad del ser humano en el orden moral. De acuerdo con esto, las verdades reveladas no serían irracionales sino suprarracionales.
Crisis
La Escolástica entra en crisis a partir del siglo XIV cuando se pone en duda el pilar central que daba sustento a todo el sistema y unificaba de común acuerdo a las distintas tendencias existentes en su seno. La síntesis realizada por Santo Tomás parecía perder fuerza y vigencia, pues si nadie, hasta entonces salvo los averroístas, negaba la complementariedad de razón y fe, comenzaba a sostenerse que la razón poseía límites y que estos eran considerablemente más estrechos que los de lo que cabía pensar entonces.
Escoto señalará que la definición tomista a posteriori, esto es, del efecto a la causa, no es realmente demostrativa y muchas verdades pueden quedar fuera del alcance con semejantes planteamientos. El número de proposiciones teológicas indemostrables, siendo esto así, iría desde los Diez mandamientos hasta la misma existencia de Dios. La teología dejaría de ser una ciencia al verse incapaz de resolver cuestiones fundamentales. Pasando a ser un conjunto de saberes prácticos que, aunque no poseyeran carácter científico, conducirían a la persona a la salvación de su alma.
Los caminos de la teología y la filosofía comienzan entonces a separarse progresivamente, no tanto por un desprecio por lo teológico sino, más bien al contrario, por un respeto reverencial a todo lo que tuviera que ver con este ámbito. Se pretende segregar la teología de las demás disciplinas por el valor supremo otorgado a la fe, pues esta disciplina podía quedar contaminada por otro saber de raíces precristianas como era la filosofía. Mientras los teólogos desechan el racionalismo por una completa inclinación hacia lo revelado, los filósofos volcarán su atención en la ciencia y la naturaleza, tendencia que se mantendrá y reforzará durante la siguiente centuria, hasta desembocar en la revolución intelectual que dará lugar al Renacimiento y, dentro del contexto de esta nueva etapa, a la Reforma de la Iglesia.

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